Los vi con el pequeño pionero de ojos claros, con el trabajador de la construcción de piel curtida bajo el sol, con el médico de la bata blanca, con los jóvenes que traían la bandera venezolana, brasileña, ecuatoriana, nicaragüense o la China.

Los vi más allá, casi al comienzo, de la mano del que para caminar llevaba un bastón, de la señora de la silla de ruedas o en marcha  impresionante junto a lápices, libretas, faroles de la alfabetización, entre un mar de colores rojo, azul y blanco.

Quién dijo que no estaban, traspasaron rejas, encierros, mares e injustas condenas para desfilar más unidos, firmes y eficientes, junto a su pueblo trabajador, junto a sus madres y esposas, ratificando su decisión de defender el socialismo, dejándole claro al Imperio que a Cuba no la tendrán Jamás.

10 años no son suficientes, ni lo serán miles para que estén ausentes, son parte de nuestros sueños, empeños, decisiones, son parte de nuestra respiración, de cada triunfo, de cada medalla, del Escudo, de la Bandera, de la Palma, de nuestro Himno, porque Morir por la Patria es vivir, porque Revolución es dignidad, porque Cuba los contempla orgullosa.