La rosa blanca para mi amigo sincero
Julio César García Rodríguez, esto me suena muy oficial, mejor se los presento como mi amigo Julito, alguien que hace realidad el dicho de que los hombres se miden de la cabeza al cielo, recuerdo la primera vez que lo vi, fue en el teatro de la Escuela del Partido, donde sesionaba la Asamblea Provincial Cuarto Congreso, estaba recibiendo el cargo aún y nos habló sobre las perspectivas de la provincia y el sueño de conquistar un nuevo 26 de julio.
Ya él sabía de mí pues cuando mi mamá habló en la Tribuna Abierta de Jimaguayú y agradeció a la revolución por lo que había hecho por salvarme y luego por mejorar mi calidad de vida, Julito era entonces el secretario de la juventud en el territorio.
Después volví a coincidir con él en el encuentro de los delegados a la cita pioneril con el buró del PCC, aún llevo en el corazón las palabras que dijo allí. En esta hora del recuento viene a mi mente aquel 14 de junio, durante un trabajo voluntario en una escuela en construcción, en que recibí de sus manos, junto a mi padre, el carné que me acredita como joven comunista.
Son muchos los momentos en que he coincidido con este cubano de pura cepa, este cubano que no duda en parar en las paradas de ómnibus para recoger compatriotas, este matancero, devenido camagüeyano, que a pesar de sus obligaciones ha buscado tiempo en dos ocasiones para sentarse en la sala de mi casa por varias horas como cualquier miembro de la familia.
Recuerdo cuando hace cuatro años me sometí a una operación con el objetivo de mejorar mi brazo derecho, recibí su llamada para saber como había salido, fue tan rápido que aún estaba bajo los efectos de anestesia, pero tampoco puedo olvidar jamás como hace unos pocos meses este hombre envió su carro a buscarme a la Universidad, porque mi padre estaba fuera de la provincia, estoy seguro que estas cosas se repiten con cualquiera que necesitara su mano franca, Julito es ejemplo de la modestia que siempre ha caracterizado a los cuadros formados por la revolución, hoy la foto que una vez nos hicimos descansa en la pared de mis recuerdos, con el mismo orgullo que enseño a los visitantes mis fotos con Raul, con Lazo, con Elián, con Adriana, con Irma, con Melba, Taladrid, entre otras, muestro también la de mi amigo Julito.
Publicado el septiembre 20, 2012 en Mi columna de opinión y etiquetado en Camagüey, Julio César García Rodríguez, PCC. Guarda el enlace permanente. Deja un comentario.
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