Cincuenta años de terror
Este trabajo es una deuda que tenía con la memoria de mi abuelo paterno, recientemente fallecido, pero aun vive en lo que hizo, en lo que me legó.
Abril nos dejó un recuerdo triste y es se cumplieron 50 años de uno de los primeros actos de terrorismo aéreo sucedido en la provincia de Camagüey, este crimen ocurrió el 22 de abril de 1963, en la Granja del pueblo Argelico Lara, poblado Sierra Maestra, en la costa sur del actual municipio de Vertientes, nombrado antes de la revolución como La Arrocera de Cadenas. No es un hecho muy conocido, incluso no fue incluido en la Demanda del Pueblo de Cuba al gobierno de EEUU, por daños humanos, sin embargo, no podía dejar pasar la fecha sin recordar este evento.
La piratería aérea como ilegitimo método de lucha al servicio de la contrarrevolución surgió con el mismo triunfo del pueblo cubano, tanto es así que el primer hecho del que se tiene noticia ocurrió durante la toma de la ciudad de Santa Clara, durante la batalla liderada por el CHE, en que fue sustraído del aeropuerto de la ciudad, un avión monomotor , biplaza, marca luscombe, modelo 8 E, matricula CUN 144, al parecer por elementos del derrotado ejercito bastitano, sin que se conozca el destino que se le dio a la nave.
Específicamente en el territorio de la actual provincia de Camagüey, el primer secuestro sucedió en octubre de 1959 cuando dos hombres y una mujer armados con pistolas y granadas se apoderaron de una nave Viscount 818, cuando realizaba el vuelo Habana Camagüey y tras la escala en nuestro aeropuerto, los secuestradores obligaron al capitán a volar a Miami, entre los autores viajaba un prófugo de la justicia, a todos el gobierno yanqui les concedió asilo político. También en octubre, pero de 1960, fue sustraído de nuestro aeropuerto el Cessna 180, matricula CUN, que arribó el día 17 de ese mes a Miami.
Este modo de operar, consistente en planear, ejecutar o estimular la sustracción de aparatos aéreos en sus pistas o en el aire, por civiles, por sus pilotos o por falsos pasajeros, y luego recibir en MIAMI con bombos y platillos a los autores de los hechos, sin importar las víctimas mortales que hubieran dejado en el camino, desde Eisenhower ha sido uno de los principales instrumentos de la política hostil de nuestros vecinos del norte, encaminada a recuperar sus posesiones en nuestro país.
La legislación más importante dictada por el gobierno revolucionario, luego del triunfo fue la primera Ley de Reforma Agraria, ella entregó las tierras a los que verdaderamente las trabajaban, estableció la eliminación de los grandes latifundios y determinó la creación de las Granjas del Pueblo en las tierras recuperadas que no pasaban a manos de los campesinos.
La socialización de los recursos en Camagüey, como en toda Cuba, no transitó tranquilamente, sino que generó la respuesta de la oligarquía criolla y de la norteamericana, que se ocupó de obstaculizar el proceso, con todas las armas que le franqueaban sus ilimitados recursos financieros.
En ese escenario, mi abuelo Plácido Astor Jerez Góngora, recientemente fallecido, acompañado de mi abuela Caridad Tejeda Roca, por su condición de joven revolucionario, combatiente de la clandestinidad, quien ya tenía una decidida trayectoria al servicio de las transformaciones que se producían, fue designado para trasladarse a la costa y atender las actividades sindicales en la Granja.
Allí el administrador era el floridano, Alberto Becerra, joven valiente del que se conoce, antes del 1959, escaló la torre de comunicaciones de la radio en el camagüeyano poblado de La Vallita, y en lo alto colocó la bandera del 26 de julio, lo que provocó la indignación de los personeros del régimen imperante y como jefe de las Milicias Nacionales Revolucionarias, se encontraba Victor Romero, también muy joven y valiente.
En el lugar existía una pista de la División de Fumigación Aérea de la ESMA, Empresa Consolidada de Servicios de Maquinarias Agrícolas, donde prestaban servicio los equipos aéreos usados en labores de atención cultural de los sembrados.
Cuando mis abuelos llegaron al poblado, los sabotajes eran frecuentes, pero la moral combativa y la efervescencia revolucionaria era muy alta, ya que los pobres y explotados de siempre, por primera vez eran los dueños de su destino, de modo que los mismos vecinos cuidaban lo que la revolución les había entregado, contaba mi abuelo, que el día 22, muy temprano Alberto Becerra, Victor Romero y él, estaban reunidos en la oficina de la granja para revisar la información que habían recibido, vinculada a posibles planes contrarrevolucionarios.
En ese momento entró al local un trabajador que fungía como económico, nombrado Marcos Fernández, quien de espaldas a los reunidos, simuló buscaba unos documentos en un archivo, ante la prolongación de la interrupción Alberto Becerra le pidió al visitante que saliera, sin embargo, este individuo inesperadamente se colocó de frente, pero esta vez con una arma de fuego en sus manos y los apuntaba, gritando que se llevaría un avión de fumigar, también en alta voz interesaba datos sobre la autonomía de vuelo del avión y profería ofensas.
Frente a la amenaza real mi abuelo y sus dos compañeros trataron de persuadir al agresor para que bajara el arma. Para que entendiera que por sus características esos aviones no llegaban a los Estados Unidos. Luego de este intercambio en que se advertía la posición firme de los tres trabajadores, en aquella pequeña oficina sin tener en cuenta, que hasta ese momento todos eran compañeros de trabajo, el secuestrador abrió fuego contra ellos.
Mi abuelo y Victor, heridos trataron de extraer las armas que como milicianos portaban, pero Alberto, fue alcanzado en la cabeza, a muy corta distancia, por lo que murió en el acto. Victor Romero recibió un disparo en la cara, pero la bala salió por la mandíbula y no murió. Mi abuelo recibió un disparo en el abdomen, la bala le interesó los intestinos y se le alojó en el hígado, sufrió hemorragia interna, pero logró sobrevivir.
El agresor tenía un cómplice fuera de la oficina, que también hirió a mi abuelo, de modo que dieron a todos por muertos y trataron de esconderse en el monte, pero como siempre estos contrarrevolucionarios subestimaron al pueblo que se acercó al oír los disparos y corriendo detrás de ellos, y encabezados por el mulato Parmenio los capturaron y los presentaron a la justicia.
Durante el juicio celebrado las autoridades demostraron que todo lo ocurrido fue consecuencia de un plan, pues si el único motivo hubiese sido llevarse el avión, obviamente los secuestradores no tenían que ir a la oficina, lo que demuestra que la muerte de los tres dirigentes, solo buscaba darle más ‘’méritos’’ a los autores cuando llegaran a los EEUU.
Precisamente para evitar actos de este tipo y que no se pierdan vidas inocentes, estaban en los Estados Unidos hombres como Antonio, René, Fernando, Ramón y Gerardo, quienes pusieron a la patria por encima de sus intereses personales, sirva entonces este comentario no solo como un pequeño homenaje a los protagonistas de aquellos días de 1963, sino también a nuestros cinco hermanos que llevan casi 15 años prisioneros en cárceles del imperio por el único delito de haber luchado contra el terrorismo.
Publicado el mayo 28, 2013 en Mi columna de opinión y etiquetado en Acto terrorista, Cuba, nave aérea. Guarda el enlace permanente. Deja un comentario.
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