Llaman a la puerta, responde una anciana de 77 años que en ese momento se encontraba sola en su casa, del lado de allá un señor muy bien vestido de unos 55 años. Lleva un portafolio, calza zapatos negros, lleva puesto un pantalón verde, una camisa blanca y su correspondiente identificación. Lo único que alcanza leer la señora, casi ciega por la edad, es que se trata de un investigador del banco, este en tono alto y descompuesto le grita desde la calle, que si no se presenta en el banco antes de la 5 de la tarde, la meterán presa y le impondrán una multa de 500 pesos.

Un relato que pudiera ser de España, Grecia, Estados Unidos, este señor pudiera trabajar en cualquier banco capitalista, pero no, este lamentablemente suceso, que casi acaba con la vida de la señora, por demás hipertensa, y con problemas auditivos, se dio en Cuba, en Camagüey, con un trabajador de un Banco supuestamente socialista, “representante” de un sistema en el que se defienden los derechos humanos y el hombre es el centro de todo. Parece mentira que tengamos seres tan desconsiderados, tan prepotentes trabajando directamente con el público.

Una pequeña retrospectiva haría falta para entender el suceso, pues lamentablemente no es la primera vez que este señor va a la misma casa y hace semejante show.

Todo comenzó al fallecer el dueño de la casa. Un hombre integro, combatiente de la revolución y excelente trabajador, beneficiado por las bondades del sistema socialista cubano adquirió un refrigerador con la revolución energética igual que tantas familias cubanas, el cual se descontó de su chequera mientras vivió, pero al fallecer la seguridad social de mi país permite que en casos excepcionales esta chequera pase a la viuda, y así fue.

Cuando fueron a actualizarse los contratos al banco, refirieron no poder cambiar la base de datos. Con el inconveniente la deuda creció, un buen día va el mismo señor hoy denunciado aquí y le plantea en igual forma a la del relato la situación.

Familiares de la anciana fueron nuevamente al Banco, explicaron lo sucedido y fundamentaron la necesidad de cambiar el nombre de la base de datos, sin embargo la entidad no dio respuesta a la queja, entonces con que moral vuelve a ir este señor al mismo lugar a amenazar a una anciana, tal parece que quisiera matarla, y casi lo logra, pues con sus amenazas le puso la mínima de presión arterial en 115.

Realmente, como revolucionario que soy, cuando conocí del hecho corrí a denunciarlo, y aquí estoy desde este blog, un espacio para defender un sistema que me lo ha dado todo pero que también convive con seres irracionales como ese funcionario, y lo lamentable es que como él hay unos cuantos que no oyeron y no han leído tampoco la segunda idea del concepto de Revolución de Fidel que dice: Es ser tratado y tratar a los demás como seres humanos.

Es increíble también que en una sociedad que envejece tan aceleradamente como la cubana, no tengamos gente capacitada para tratar con personas de la tercera edad. Espero que este post llegue donde tiene que llegar y se tomen las medidas necesarias.