Acabo de recorrer las calles de Mainz, una ciudad milenaria fundada por los romanos, a la orilla del río Rin. Sus calles se parecen a las de mi Camagüey, con adoquines y todo. Me impresionó la amabilidad y la educación de los habitantes de la ciudad, principalmente de mis anfitriones. La armonía entre lo nuevo y lo viejo está muy bien pensada, llama la atención su silencio, la ausencia del claxon, la música alta y los pregones. Pero en Mainz también vi personas sin casas viviendo en las calles, vi también un infante cantando junto a su familia por dinero. Lo que más me impresionó de mi periplo por Mainz fue ver una tienda de armas. Aunque me explicaron que acceder a ellas no es tan fácil como pudiera ser en Estados Unidos.

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