El asesino anda suelto

cheCon una mirada intimidante, cierta dificultad al caminar y movimientos bruscos en sus manos, apareció en escena el personaje. Lució para la ocasión una camisa negra en la que resaltaba un número: “2506”. A su lado, dos escoltas no se le separaron. No, no es el guión de una película de acción. Así fue cómo Félix Rodríguez Mendigutía se presentó ante la prensa que cubrió la VII Cumbre de las Américas. “Yo pude salvarle la vida al Che, pero no quise”, dijo orgulloso, mientras mostraba una imagen junto al guerrillero, en Bolivia.

Con una mirada intimidante, cierta dificultad al caminar y movimientos bruscos en sus manos, apareció en escena el personaje. Lució para la ocasión una camisa negra en la que resaltaba un número: “2506”. A su lado, dos escoltas no se le separaron. No, no es el guion de una película de acción. Así fue cómo Félix Rodríguez Mendigutía se presentó ante la prensa que cubrió la VII Cumbre de las Américas. “Yo pude salvarle la vida al Che, pero no quise”, dijo orgulloso, mientras mostraba una imagen junto al guerrillero, en Bolivia.

“Hasta la Victoria Siempre”, “Fuera el Asesino”, exigía un grupo de latinoamericanos, indignados por su presencia en la cita panameña. Así vi, por primera vez, al protagonista de estas líneas. Hasta ese momento solo lo conocía por fotos, gracias a su extensa hoja de servicios para la CIA.

Para mí, que crecí bajo el ejemplo de Ernesto Guevara y repetí tantas veces mi compromiso de ser como él, fue repugnante tener cerca al hombre que lo asesinó. La imagen de Félix Rodríguez, con el logotipo de la “Brigada 2506” bordado en su camisa, fue nauseabunda.

Su presencia allí me recordó, entre lágrimas de rabia e impotencia, la instantánea del Che sobre el fregadero de la ropa sucia, en la lavandería del hospital de Vallegrande, donde su victimario pensó que quedarían sus ideas. Mas no fue así y el tiempo terminó convirtiéndolo en lo que es hoy: un ejemplo para todo aquel que lucha por un futuro mejor, al margen de ideologías o contextos geográficos.

A Rodríguez Mendigutía no le bastó con quitarle la vida ni sustraerle sus bienes, también quiso llevarse a casa las manos del Guerrillero Heroico para exhibirlas como un trofeo. El “Gato”, como también se le conoce, fue a Panamá a dar lecciones de democracia, pero él mismo tendió su trampa. El rechazo no solo llegó de los caribeños; tampoco lo querían allí los jóvenes del continente que ven en el Che los ideales de un mundo mejor.

Ante la ira, la respuesta fue contundente. Alguien a mi lado comenzó a tararear la canción “Son los sueños todavía”, de Gerardo Alfonso, e instantes después se multiplicó en una sola voz.

Aunque no lo crean, San Ernesto de La Higuera también estuvo allí, enfrentándose una vez más a su asesino. Lo vi en el médico del contingente Henry Reeve, en la investigadora del Polo Científico, en el músico pinareño y en cada uno de los que allí defendieron la Patria Grande.

A los que pretendieron hacer un show con la presencia de Félix Rodríguez en Panamá, les salió mal el querer presentarlo como hombre bien vestido, representante de la sociedad civil cubana. Con traje y corbata, o sin ellos, seguirá siendo lo mismo: un monstruo. A este engendro ya lo trituró la rueda de la historia; un día la justicia también le dará su merecido.

A San Ernesto las personas lo seguirán venerando con sus flores, para que siga ganando batallas. Con la adarga al brazo y el costillar de Rocinante bajo sus talones, este Quijote se dispone a librar nuevas contiendas por la humanidad toda.

 

Acerca de jorgitoxcuba

Mi nombre es Jorge Jerez Belisario soy un joven discapacitado camagüeyano con parálisis cerebral. He superado mis limitaciones físico-motoras y trastornos del lenguaje, para vencer con voluntad el entuerto de la naturaleza. Gracias a las posibilidades brindadas por la Revolución Cubana, me gradué con Título de Oro la carrera de Periodismo en la Universidad de Camagüey.

Publicado el junio 12, 2015 en Mi columna de opinión y etiquetado en , , , , , . Guarda el enlace permanente. Deja un comentario.

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