Elpidio contra Batman
Puede que usted no haya oído hablar de que existe una Guerra de Cuarta Generación, pero sí existe y es reservada para quienes por estos tiempos, apuestan a algo diferente, a una alternativa al capitalismo depredador y salvaje. Cuba como parte de esa alternativa es blanco de los métodos no convencionales, entre ellos una muy bien pensada guerra cultural.
Hoy los cubanos, principalmente los jóvenes, nos definimos entre una hegemonía cultural basada en la restauración del capitalismo dependiente o en seguir construyendo un ideal propio de socialismo. Un enfrentamiento de nuevo tipo con nuevos códigos que entraña también la guerra de símbolos entre las dos orillas.
Paralelo a este contexto Cuba se debate entre dos posturas, una que defiende la la utilización de nuestros símbolos solo para presidir sesiones de asambleas, congresos y actos, usos que se legislaron en un momento histórico necesario. La otra posición explica que los tiempos han cambiado y aboga por la necesidad de flexibilizar la ley, sin llegar al irrespeto y los extremos, para así poder utilizar lo que nos identifica en espacios que están siendo tomados por otros, en su mayoría extranjerizantes.
No es obra de la casualidad que en varios bicitaxis ondeen banderas del Barcelona, del Madrid, de España o Brasil. Tampoco es azar que de un momento a otro las frases US Army y US Navy aparezcan en los pulóveres de los jóvenes cubanos y que las licras con la bandera norteamericana sean las más baratas de todas. Detrás de esto hay una estrategia muy bien montada que no es nueva y ya dio resultado en el extinto campo socialista europeo donde lograron que las víctimas llegaran a comprender y compartir la lógica de sus verdugos.
Su creador Allan Dulles, primer director civil de CIA, hace casi 80 años, dijo que se trataba de una Ciencia para ganar en un nuevo escenario, la mente de los hombres. “Antes que los portaaviones y los misiles llegan los símbolos, los que venderemos como universales, glamurosos, modernos, heraldos de la eterna juventud y la felicidad ilimitada”. Así lograron que Mc Donalds y Mickey Mouse se convirtieran en moda para los soviéticos.
Cualquier coincidencia con la vida real con la actualidad cubana no es casual, se trata de un guión similar, aprovechando una corriente postmoderna que admite todo como bueno y desdibuja los límites del enemigo.
En tal escenario no podemos darnos el lujo de que no existan lugares donde el cubano pueda adquirir su bandera o llegar a prohibir el uso de nuestros y atributos nacionales en las prendas de vestir. Una guayabera no puede seguir costando entre 30 y 50 CUC. Tampoco se trata de llegar a los extremos de colocarlos en la ropa interior o en un papel sanitario como hacen nuestros vecinos del norte.
Lo cierto es que no basta solo con enaltecer lo nuestro a través de los medios, con programas muy bien pensados como Sonando y Bailando en Cuba o la Pupila Asombrada. Este esfuerzo tendrá que venir aparejado de acercar materialmente esa cubanía al cubano.
Si se quiere triunfar en esta guerra cultural, tampoco podemos entregar nuestros términos o dejar de usarlos porque nuestros enemigos lo hagan, hoy no podemos temerle a la palabra “cambio”, porque si alguien ha cambiado nuestro escenario para bien esos somos nosotros. Si alguien disiente del poder hegemónico mundial somos nosotros, entonces por qué borrar de nuestros diccionarios la palabra disidente o evitar el color blanco, cuando a mí me enseñaron en la primaria que significa la pureza de los ideales.
La guerra cultural no terminará, e incluso todo parece indicar que se incrementará pues compartimos un mundo que legitima las apariencias por encima de las esencias y prioriza las superficies por encimas de los valores de las cosas en sí. Aunque se dan pasos importantes para tratar de recuperar el terreno perdido, sobre todo con iniciativas como Paqueteduques y La Mochila, estas no son suficientes, hay que educar a nuestros niños y jóvenes para la recepción de toda una avalancha de contenidos generados por un mundo globalizado que pocas veces sabe discernir entre lo bueno y lo malo, en las escuelas se tendrá que ir más allá del propio significado nuestros símbolos, crear una cultura del buen gusto y enseñar a recibir críticamente todo lo que nos llega ¡¡¡de afuera!!!
Si queremos sobrevivir, seguir construyendo la alternativa y que nuestra hegemonía siga siendo la de construir un socialismo a lo cubano, hay que cambiar de estrategia e inundar, siempre y cuando lo posibilite la economía, nuestros espacios con cubanía, solo así Elpidio vencerá a Batman.
Publicado el febrero 6, 2017 en Mi columna de opinión. Añade a favoritos el enlace permanente. Deja un comentario.
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