Señora de las cinco décadas
A la mayoría de las mujeres cuando llegan a cierta edad no les gusta decir los años que cumplen y hasta se los empiezan a quitar; sin embargo, la protagonista de esta historia es singular y le dice a todo el mundo, orgullosa, que cumple 50 años. Tiene tanta juventud en su interior que no aparenta haber llegado a “la media rueda”. Ha sido madre, amiga inseparable, hermana cómplice y hasta novia de unos cuantos.
Ella alrededor de cinco años los acoge, los educa, los instruye, los prepara, les da las herramientas para que puedan desenvolverse en la vida, para que lo hagan honradamente. Luego, los suelta al mundo listos para luchar por sus sueños y hacer realidad un proyecto de vida.
Quizá por ello cuando regresas o pasas cerca y lees Universidad de Camagüey, algo sube y baja en tu pecho, es una sensación que te obliga respirar profundo, a suspirar y algunos no aguantan el decir: “qué tiempos aquellos”.
Son tantos los secretos que guarda en su interior que no conozco mejor cómplice, sus pasillos han sido el mejor rincón del amor, un singular cuarto de estudio y hasta un escondite perfecto. Qué decir de las becas; la casa de cientos; el idilio de enamorados; el lugar donde muchos han aprendido a cocinar cuando la cosa en el comedor se pone apretada y principalmente las muchachitas, por freír un huevo y hacer arroz blanco, ya se creen las mejores cheff del mundo.
En sus aulas conviven los recuerdos de la alegría del 5 “que me gané” y la nostalgia del 3 o del 2 “que el profe me dio”; la remembranza de aquella prueba interminable de Cálculo Tres, de Historia General del Estado y el Derecho o de Teoría de la Comunicación; o de la vez que no dormimos acabando un trabajo que debíamos entregar al otro día y por si fuera poco, la puntualita del grupo diciéndonos finalistas.
Las amistades que se hacen allí quedan para toda la vida. No importan distancias, ni usos de horario siempre se busca la manera de volvernos a ver. Para algunos es imposible no hacerlo como el grupo de mi papá, de la V Graduación de Derecho, que durante 20 años no han dejado de reunirse y ya hoy son más que un grupo universitario, son la familia extendida.
De que se extraña, se extraña. Cómo no hacerlo si aún resuenan en los oídos el bullicio de los bajos del comedor después de la una de la tarde, donde acuden casi todos, más que para hacer la cola del almuerzo, para intercambiar. Allí se mezclan, se pierden las facultades y las carreras, te puedes topar conversando dos muchachos con mundos tan distintos como Ingeniería Mecánica y Estudios Socioculturales; ese es el espacio de todos, donde se borran las barreras, y algunos hasta lo emplean “para otros fines”, más personales.
¡Y los Taínos!, donde la rivalidad se vuelve la orden del día, es el momento donde realmente se gana sentido de pertenencia por la carrera y la facultad. El que nunca ha jugado fútbol lo hace, aunque sea de portero, para no ser descalificado. Incluso cuando pierdes quisieras que la tierra se abriera y te tragara, pues son decenas de compañeros apoyándote y esperando la medalla para la facultad y así escalar un poquito en el medallero. Lo mismo sucede con los Festivales de Artistas Aficionados, algunos, más disciplinados, montan los números con tiempo; otros, por no dejar de participar, lo hacen el mismo día del festival por la mañana, y no es sorpresa ver al que menos baila haciendo de Pedrito Calvo.
Esa pasión guía a los cientos de jóvenes que hoy están en sus aulas a festejar por todo lo alto el cumpleaños de la Casa grande. Por eso ella lo disfruta, sin complejo, y consciente , más aún, de su misión formadora, de su responsabilidad de futuro y del privilegio de haber sido la primera nacida después de la aurora revolucionaria. La eterna joven, que no por gusto lleva el nombre del más grande de los camagüeyanos, seguirá allí. Y muchos volveremos, de vez en cuando, porque es saludable regresar y permitir que los recuerdos y las emociones afloren para contagiarse del orgullo, de la gloria, de la alegría, de la nostalgia, de los secretos y de la fuerza de la esbelta señora de las cinco décadas.
Publicado el noviembre 6, 2017 en Mi columna de opinión y etiquetado en Universidad de Camagüey. Guarda el enlace permanente. Deja un comentario.
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