La capacidad diferente de la inclusión
Este 3 de diciembre será otro día para pensar en cómo lograr un mundo más inclusivo, donde casi mil millones de personas a nivel internacional tenemos algún tipo de capacidad diferente, término que utiliza la ONU, desde hace poco tiempo, para aparentar mayor inclusión al referirse a este 15% de población mundial que es discapacitada.
Digo “aparentar inclusión” porque los datos dicen todo lo contrario, de acuerdo con estadísticas de la CEPAL, el 80% de las personas con limitaciones están desempleadas. Muy poco han resuelto las leyes dictadas para solventar la situación, a fin de que esta población pueda desenvolverse óptimamente. En países como España, por ejemplo, se les llama limitados funcionales y por si fuera poco se califican por los niveles de productividad que pueden alcanzar.
Afortunadamente en Cuba la realidad es diferente, la inclusión va más allá de lo que está legislado, se crean las condiciones necesarias para la integración a la sociedad y la discapacidad no constituya un sinónimo de limitación. Desde hace más de 40 años existe en Cuba un sistema de educación especial que nos prepara para asumir las limitaciones, vivir sin complejos y hacerle frente a los palos que te da la vida.
Si hoy soy periodista y no temo a hablar en público a pesar de mis limitaciones en el lenguaje, si logré pasar por una edad tan compleja como la adolescencia, si me impuse a la sobreprotección de algunos, se lo debo a los profes que con apenas cinco años me recibieron en aquella Escuelita del Lenguaje Enrique José Varona, chica en tamaño pero grande en amor, donde me forjaron la fuerza de voluntad que hoy me hace no creer en imposibles.
Quizá por aquellos años no entendía por qué cuando me caía al suelo no acudían a ayudarme inmediatamente, mas hoy lo comprendo y les agradezco haberme mostrado que los hombres no se miden por las veces que se caen, sino por las que se levantan.
De esas enseñanzas saqué el extra para demostrar que sí podía hacerlo cuando algunos dudaron que podía estudiar periodismo por mi discapacidad, cuando parecía que las puertas se cerraban, por primera vez, a alguno de mis sueños, ó cuando algunos, todavía, se preguntan por allí cómo es posible que pueda dar clases en la universidad. Esta es mi historia pero pudiera ser la historia de Dayana, Albertico, Yordi, Carlitos, Camilo, entre otros muchos nombres, porque en Cuba se lucha para que todos seamos iguales.
Sin embargo, más allá de la voluntad gubernamental de inclusión, de las leyes que protegen a quienes tenemos alguna capacidad diferente, de los esfuerzos por eliminar las barreras arquitectónicas, la realidad indica que todavía existen ciertos niveles de discriminación subyacentes en la sociedad cubana actual, cuántas veces una cámara de televisión ha cerrado el plano para ocultar la discapacidad de un entrevistado, o simplemente llegan a decir que no tienes imagen televisiva y ya.
Cuántos dueños de un restaurante, o simplemente de una pizzería o un merendero, preferirían contratar a una persona con limitaciones pon encima de otra que esté en plenitud de facultades, a pesar de que existe una disposición que excluye del impuesto por la utilización de fuerza laboral a quienes tengan trabajando a personas con discapacidad. Vivimos en un mundo que privilegia las superficialidades por encima de las esencias y son menos quienes comprenden a El Principito cuando decía que “lo esencial es invisible a los ojos”.
En Cuba se maneja el concepto de que todos somos potencialmente discapacitados y como tal hay que preparar la sociedad con la necesaria sensibilidad humana para asumir este reto. Pues si bien no tenemos ómnibus de última generación que desciendan a la acera para hacer la vida un tanto más fácil a las personas con capacidades diferentes, tampoco puede faltarnos la sensibilidad para extender la mano o ceder el puesto a quien lo necesite, es necesario seguir educando nuestra sociedad en estos valores, y así poder continuar afirmando que en Cuba la discapacidad no constituye un sinónimo de limitación.
Y a aquellos que aun sienten temor para asumir esta prueba de la vida les recuerdo lo que nos dice José María Memet en su poema La misión de un hombre, Un hombre es un hombre / en cualquier parte del universo / si todavía respira / y si todavía respira / debe inventar unas piernas,/ unos brazos, un corazón, / para luchar por el mundo.
Publicado el diciembre 3, 2017 en Mi columna de opinión y etiquetado en Cuba, discapacidad, ONU. Guarda el enlace permanente. Deja un comentario.
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