La audacia venció el terror que imponía Toña
“La gallina está echada”, esa fue la frase que más esperó Lester Delgado, jefe de acción y sabotaje del M-26-7 en Camagüey, durante la última visita de su madre a la cárcel. Aparentemente sin sentido era la clave para que él supiera que sus compañeros de mil batallas lo rescatarían del plan macabro que pretendía acabar con su vida, así como con las de Alfredo Sarduy y el habanero Badito Saker, a este último lo sorprende la acción.
Era cosa de una dictadura cobarde y vil que se sentía ya herida de muerte y pretendía, aferrada a su fórmula de asesinar y desaparecer, simular una fuga con fatal desenlace cuando los jóvenes fueran conducidos a la Audiencia.
Pero esta historia comienza mucho más atrás, el 31 de diciembre de 1957, cuando Lester, Rodolfo Ramírez, Domingo López Loyola y Alfredo Sarduy, salieron a dar una vuelta y se percataron de que un carro patrullero los perseguía; después de mucho rodar, no tuvieron otra opción que hacerles frente. En el intercambio, Rodolfo y Domingo perdieron la vida, Lester y Sarduy fueron conducidos a la prisión.
Después de analizar varios planes de escape hasta se pensó sacarlos de la misma cárcel, pero qué va, eso era en extremo riesgoso y complicado, había que abrir muchas rejas y candados que comprometían el tiempo. Ya antes se habían quemado los documentos del tribunal que los inculpaban y se había descarrilado un tren cerca de la curva de Ignacio. El escenario quedaba listo para que el decimosexto día del noveno mes del año entrara en la historia de los camagüeyanos.
“Toña la negra”, el carro celular, el panel negro marca International Harvester, de fabricación americana, que tanto susto causaba por ser símbolo de una justicia que no existía, era el encargado de trasladar los presos de la cárcel a la audiencia. Casi siempre hacía la misma ruta. El plan fue de locos, interceptarlo antes de que doblara en la esquina acordada.
Cuando uno escucha a Roberto Coello Huerta narrar los hechos, le parece estar al lado de Noel Fernández, jefe de la acción, de Marrero, de Ollet o hasta de él mismo, justo a la 1:30 p.m. en la esquina de Francisquito y Rosario, a solo 200 metros de la prisión. “Todo salió como Noel lo planificó, las acciones sucedieron muy rápido. Había un carro cerca de la cárcel para confirmar que hubieran montado a los revolucionarios, al recibir la confirmación se activó el plan.
“El jefe observa que se acerca el carro celular, le hace señas a Ollet para que ponga en marcha el automóvil. Se intercepta a ‘Toña la negra’ antes de doblar, Noel y Marrero avanzan hacia el carro celular. Encañonan al chofer —el cabo Reyes Peña— y al custodio —el sargento Ortiz— y le pide las llaves. Tras un intercambio de palabras el sargento baja la tablilla y hace un ademán de sacar su pistola. Fueron guapos. Luego se escuchan dos disparos. El chofer y el sargento quedan muertos. A mí me tocó dirigirme a la parte trasera, son momentos difíciles para cualquiera. Ollet dispara nervioso contra el carro celular, las balas le dan a Marrero en la espalda y a Lester en el hombro, Jorge Aguirrez queda gravemente herido en el interior. Los demás detenidos sí logran huir, incluyendo seis presos comunes.
“La esencia del plan fue que funcionara el factor sorpresa, que tantos planes brillantes había entorpecido. También nos ayudó la casualidad de que minutos antes pasara un camión de casquitos. De atrasarse unos minutos hubiera pasado en plena acción y nos hubieran acribillado a todos a balazos. Luego cada cual cogió su camino, yo volví a mi trabajo y como si nada hubiera pasado. Noel tenía coordinado el sitio para esconder a Lester, Alfredo y Badito. Después llegaron los rumores de que habían asaltado la Audiencia y habían rescatado una pila de presos y yo dándome por enterado en ese momento. El cubano siempre le ha puesto de más a la bola”, contó.
Con solamente 22 y 24 años de edad esos muchachos, reafirmaron que a los de esta
tierra se nos da bien rescatar compañeros de las manos del enemigo. Ellos cambiaron el curso de la historia, cuenta Coello que después del asalto hasta el mismísimo esbirro y asesino batistiano “Pata de Ganso” se cuidaba más, e hicieron que los camagüeyanos de hoy, 60 años después, nos sintamos orgullosos de aquel 16 de septiembre de 1958: el día que la audacia sorprendió a Toña.
Publicado el septiembre 16, 2018 en Misceláneas y etiquetado en Camagüey, Historia, Revolución Cubana. Guarda el enlace permanente. Deja un comentario.
Deja un comentario
Comments 0